A los cuatro meses comienza su actividad lúdica. Comienza a ser capaz de controlar sus movimientos, los coordina con la vista, se puede sentar y cambia su relación con los objetos, puede apoderarse de lo que necesita tocarlo y llevarlo a la boca. Ese trozo de sabana tras el cual se esconde representa a la madre.
Jugar a las escondidas es su primera actividad lúdica y con ella elabora la angustia del desprendimiento por el duelo del objeto que debe perder. También juega con sus ojos a cerrarlos y abrirlos, allí tiene o pierde el mundo.
De su cuerpo salen sonidos los “laleos” son los primeros intentos de expresión verbal. Su repetición es un juego vocal. El sonajero que se le ofrece es el primer instrumento musical. Los sonidos también aparecen y desaparecen.

El niño experimenta y descubre que al golpear un objeto puede producir sonidos. Trata de reproducirlos para vencer el miedo. Es algo fuera de su cuerpo que simboliza a su madre y el lo maneja con su mano… lo chupa, lo explora, lo muerde, y va reproduciendo experiencias que lo tranquilizan. Cuando arroja el juguete al suelo espera y exige que se lo devuelvan, esto simboliza que puede perder y recuperar a su madre.
Entre los cuatro y seis meses a través de sus juegos experimenta que tanto los objetos como las personas pueden aparecer y desaparecer. Llora y pide por su madre, ha comenzado el proceso de abandonar esta relación única para aceptar la presencia del padre. Sus tendencias destructivas aumentan cuando aparece el primer diente.
La perdida del vinculo ya no le basta con la madre necesita de un tercero: el padre, pero que este encuentre una forma de comunicarse con el, que responda a sus pedidos. También es importante que la pareja se una y ofrezca una fuente de identificación.
El niño ha descubierto que los objetos se juntan y se separan, así como los fundamentos de su vida mental se construye en el primer año de vida, también su mundo lúdico se origina en esos primeros juegos de perdida, recuperación, encuentro, desencuentro.
Segunda mitad del primer año, surge otro interés, introducir objetos en algo hueco. Con ello se inicia en el conocimiento del amor: entrar en alguien, recibir alguien, unirse y separarse. Usa todo lo que sirva para penetrar, de su propio cuerpo y de otros (ojos, orejas)
Luego de hacerlo con las personas lo comienza a hacer con objetos. Todo sirve para poner y sacar.
Entre los ocho y doce meses se manifiestan las diferencias de sexos. La niña prefiere depositar objetos en algo hueco y el niño elige juguetes que sirvan para penetrar. Comienza una exploración de los objetos, amplia su campo de acción, y al final del primer año se pone de pie lo que le permite alejarse voluntariamente de los objetos y reencontrarlos